"La historia que os voy a contar, tal día como hoy pudo pasar". En las tierras montañosas de Oria existía un rey que habitaba en la Alcazaba, tal era su afán de tener el mejor serrallo, que cuando recibió el aviso de que en la primera menguante del año desembacaría en Villaricos la más hermosa esclava cristiana, no dudó ni un instante en mandar a cuatro de sus mejores soldados para que se hicieran con tan preciado botín. Pero en aquel momento solo tres oficiales se encontraban en palacio y para garantizar la escuadra tuvieron que echar mano de un joven adalid de El Villar. Raudos y veloces bajaron hasta la Rambla de Oria, y siguiendo el cause del río pasaron por Albox y Almanzora, más adelante Arboleas y Zurgena y por último Overa y Cuevas. Después de 75 kilómetros recorridos los cuerpos estaban exhaustos y agotados, pero el Emir Orialeño deseaba con fervor recibir su preciado tesoro. Así pues los cuatro jinetes trataron a la cautiva cristiana y volvieron a las montañas. Al llegar a la Villa, tal era el peso del cansancio y la fatiga que no hubo más remedio que parar a las puertas de la ciudad para descansar y tomar algo antes de presentarse en palacio. Pero el astuto soldado del Villar sedujo a la sierva cristiana mientras los otros soldados reposaban. Juntos huyeron a las tierras de Olías donde no se supo más de ellos. Los personajes de este cuento os los podeís imaginar, pero lo de los tres emisarios que se presentaron ante el rey sin la mercacía, es otra historia...
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